Antropogonía

Existen varios mitos relacionados con la creación del hombre en la Antigua Grecia, el mito sobre las cinco edades o razas del hombre, el mito de Deucalión y Pirra y el mito del Titán Prometeo, amigo de los hombres, para quienes robó el fuego a los dioses.

 

EL MITO DE LAS CINCO EDADES.

Las edades del hombreSegún cuenta Hesiodo, el mito de las cinco edades o razas del hombre indica que, como un fruto más, los primeros hombres nacieron espontáneamente de la Tierra como súbditos de Crono. Estos primeros hombres fueron la denominada raza de oro, vivían sin preocupación, no envejecían y la muerte no era más que un sueño. Desaparecieron. Vino la raza de plata, comedores de pan, creados también por acción divina. Estaban sometidos a sus madres y eran pendencieros. Zeus los destruyó a todos. Vino después la raza de bronce, nacieron como frutos de fresnos, comían carne además de pan y eran guerreros e insolentes. La peste se los llevó a todos. La cuarta raza también era de bronce, aunque más noble y generosa, habían sido engendrados por dioses en mujeres mortales. Lucharon por Tebas, son héroes y habitan los Campos Elíseos. La quinta raza es la raza actual de hierro, descendientes indignos de la cuarta. Son degenerados, crueles, maliciosos, lujuriosos, malos hijos y traicioneros.

 

PROMETEO Y PANDORA.

Prometeo creando al hombreEn el mito del Titán Prometeo se cuenta que cuando ya estaba todo creado faltaba la criatura que pudiera albergar dignamente el espíritu. Prometeo bajó a la Tierra y cogiendo arcilla modeló una criatura a imagen de los dioses. Para animar esa arcilla modelada pidió a todos los animales cualidades, buenas y malas, y las encerró en el pecho de la figura. La olímpica Atenea, diosa de la sabiduría y amiga de Prometeo, quedó admirada e infundió en la figura el hálito divino.

Prometeo fue un gran benefactor de la humanidad. Urdió un primer engaño contra Zeus al realizar el sacrificio de un gran buey que dividió a continuación en dos partes: en una de ellas puso la piel, la carne y las vísceras, que ocultó en el vientre del buey y en la otra puso los huesos pero los cubrió de apetitosa grasa. Dejó entonces elegir a Zeus la parte que comerían los dioses. Zeus eligió la capa de grasa y se llenó de cólera cuando vio que en realidad había escogido los huesos. Desde entonces los hombres queman en los sacrificios los huesos para ofrecerlos a los dioses, pero la carne se la comen.

 

Indignado por este engaño, Zeus privó Pandora y la cajaa los hombres del fuego. Prometeo decidió robarlo, así que subió al monte Olimpo y lo cogió del carro de Helios o de la forja de Hefesto, y lo consiguió devolver a los hombres en el tallo de una cañaheja, que arde lentamente y resulta muy apropiado para este fin. De esta forma la humanidad pudo calentarse.

Para vengarse por esta segunda ofensa, Zeus ordenó a Hefesto que hiciese una mujer de arcilla llamada Pandora. Zeus le infundió vida y la envió por medio de Hermes al hermano de Prometeo: Epimeteo, en cuya casa se encontraba la jarra que contenía todas las desgracias (plagas, dolor, pobreza, crimen, etcétera) con las que Zeus quería castigar a la humanidad. Epimeteo se casó con ella para aplacar la ira de Zeus por haberla rechazado una primera vez a causa de las advertencias de su hermano Prometeo para que no aceptase ningún regalo de los dioses, quien en castigo sería encadenado. Pandora terminaría abriendo el ánfora (caja o cofre según otras versiones), tal y como Zeus había previsto, de la que salieron todos los males. Cuando quiso cerrarla, sólo quedó dentro la esperanza.

 

DEUCALIÓN Y PIRRA.

Deucalión y PirraEl mito de Deucalión (hijo de Prometeo) y su mujer Pirra cuenta como éstos se salvaron del diluvio provocado por la ira de Zeus, al construir una balsa en el monte Parnaso que les permitió su salvación. Zeus finalmente se apiadó y paró el diluvio. Deucalión y Pirra pudieron finalmente bajar a tierra y vieron que no quedaba ninguno de su especie. Ante un templo a Temis suplicaron la regeneración de la raza exterminada. La diosa Temis respondió: arrojad detrás de vosotros los huesos de vuestra madre. Entendió Deucalión que se refería a la gran madre Tierra, por lo que fueron arrojando piedras que fueron conviertiéndose en humanos; las que arrojaba Deucalión tenían forma humana masculina y las que arrojaba Pirra forma femenina. Así recuerda el hombre la tosquedad y dureza de sus orígenes.

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